martes, 22 de mayo de 2018

YOU NEED TO BLOOM YOUR SEXUALITY: EL CUERPO COMO RESPUESTA POLÍTICA

PARTE I
¿Qué es el cuerpo?
Cuando hablamos de nuestro cuerpo casi nunca pasa por nuestra cabeza que las expresiones del mismo vienen a ser un tipo de respuesta, un manifiesto de un conjunto de valores o de una postura política pero, si lo pensamos mejor entenderemos que, en efecto, el cuerpo es nuestro estandarte más personal, territorio de luchas y batallas que se libran con el mundo, hacia el mundo, para el mundo y desde el mundo. Desde que somos unos niños y nuestra conciencia como personas no está formada aún del todo nos vemos bombardeados de mensajes que significan -dan significado- a todo lo que nos rodea. Derivado de ello aprendemos que tal o cual cosa es apropiada (o no) para nuestro cuerpo.
Lo que sucede al respirar por primera vez es el comienzo de la vida, el aire de este mundo inunda nuestros pulmones, algo que ya está armado desde que nacimos, nos susurra. Al inhalar por primera no sabemos ni tenemos conciencia de nuestro sexo, conocemos por primera vez las sensaciones ciegas que nos rodean pero no pasa así con nuestro cuerpo, puesto que somos algo más que sólo la expresión de nuestra conciencia, somos más que lo que han depositado en conceptos médicos sobre nuestros genitales, nuestros ojos, nuestro pelo. Hay algo indescifrable aún y que nos une con un todo universal, algo que tiene que ver con los primeros latidos en cada ser que nace y que habla de que la vida comienza con el cuerpo. Tiempo después nos descubrimos, adivinando acaso un poco más sobre él, sus limitaciones y alcances, un grito o llanto que reclama el alimento, un balbuceo que produce una respuesta comunicativa…poco a poco nos adueñamos de cada una de sus  expresiones. Reconocemos sus ecos, sus formas, sus tamaños, su utilidad, su dolor, su placer y luego conocemos más. Conocemos ese campo semántico que hay tras el cuerpo, no sabemos que lo sabemos pero cuando estamos a solas con nuestra desnudez nos podemos dar cuenta de lo que hay en él, en sus posibilidades, en las inseguridades que nos han sembrado, de sus dolencias y en la vulnerabilidad que parece ser algo inefable, aunque también reconozcamos humanamente sus proezas, sus victorias y su historia.
Poco a poco se puede ir descubriendo que el mejor espejo es la piel, en él podemos vernos aunque, si el espejo está empañado, es difícil percatarnos de la imagen que nos devuelve y cuando otras personas vienen a dañar con sus ideas inflexibles lo que vemos puede llegar a ser imposible mirar con nitidez. ¿Cómo puede empañarse el espejo? Diciendo que eres un extraño en tu propia piel cuando te dicen que eres alguien fuera del canon y que estás mal, entonces,  eres o demasiado gordo o demasiado flaco, que si chaparro o gigantón, negro, blanco, narizón o poca nariz, barrigón, feo, o tienes  los dientes chuecos y, nunca ¡nunca! serás “suficiente”.
Hay una diferencia abismal entre que te digan que eres algo y que realmente lo seas, mucha gente habla del cuerpo de los demás porque según su percepción consideran que es lo adecuado, como si fuera un asunto que le incumbiera o si fuera un tipo de responsabilidad ir por el mundo corrigiendo a los demás. También otros más lo hacen por ignorancia, que además, es casi seguro que esas ideas que pretenden imponer ni siquiera son propias sino que son heredadas o influidas por su entorno y, entonces, quieren que aceptemos, sin dar ocasión a la duda, sus opiniones sobre su cuerpo y el cuerpo de los demás, aunque se olvidan  de lo medular: que esas ideas no tenemos que aceptarlas por obligación.
Cuando recién nacemos no sabemos que pene y vagina son distintos, porque aún no sabemos que así se llaman ni sabemos que eso puede limitarnos o que eso debe de diferenciarnos al grado de parecer que vivimos en una guerra a causa de ello, todo eso lo aprendemos. El mundo reposa sobre nuestra piel y nada más, somos antes de existir propiamente como mentes, cuerpos sensibles en reposo, nuestra vida comienza reposándose en cada órgano y cada sentido para luego pasar a la acción y a la vida, ahora sí, desde un marco de referencia cultural. El cuerpo precede a los conceptos. La verdadera esencia de florecer en la sexualidad consiste en declarar el cuerpo como patrimonio propio, en gobernarse a través de la libertad y el conocimiento. En reconocer que antes de que nos dijeran que teníamos que ser, ya éramos, sin etiquetas, seres que sienten sin filtros.
El cuerpo es un actor político en la medida en que se auto determina pero aún más, se dirige, se administra y se controla para dar respuesta a los asuntos que le afectan así mismo, a la sociedad o a lo que de alguna manera se involucra con él.
¿En qué momento un cuerpo se vuelve político? en el momento que es objeto de gobierno, en el momento en que se toman decisiones derivadas de plantear una manera específica de ver el mundo, en el momento que puede más un cúmulo de leyes promulgadas por una esfera del poder que las del propio poseedor del cuerpo. Ejemplos concreto se dan en el momento en que promulgan políticas de que la población tenga un solo hijo, esto ocurrido en China a partir de 1979 y, aunque actualmente ha cambiado el panorama a dos hijos no deja de evidenciarse el poder político sobre las decisiones de los individuos con sus cuerpos. La sanción del aborto por cualquier causal en lugares como la Ciudad del Vaticano, El Salvador, Malta, Nicaragua, Honduras y República Dominicana nos deja en evidencia que el cuerpo es asunto de Estado.​ En ese momento es cuando el cuerpo adquiere la dimensión política dado que las esferas de poder –ajena a sí misma- ha decidido sobre su existencia, sus posibilidades o limitaciones. Lo mismo pasa en temas de reproducción asistida, eutanasia, matrimonio e inclusive si trasladamos éste análisis a la edad media podemos encontrar el ejemplo de la fertilidad vinculada con el poder y la religión, el hecho de que se veía el sexo como una actividad impura derivaba en que para el acto sexual oficial se dictaminara una serie de requerimientos para no ensuciar la finalidad última del sexo que era procrear. Claro todo esto con una cuota social y moral de mayor envergadura para las mujeres. Menciona Pilar Cabanes Jiménez (2003) en su ensayo sobre “La sexualidad en la Europa medieval cristiana” una explicación para enmarcar la situación:
“Advertimos que existía una moral clerical que afirmaba la renuncia a la carnalidad, como símbolo del pecado, y la aspiración a la castidad, como emblema de la virtud. Las raíces de esta vinculación de la carnalidad con el pecado, el vicio, la suciedad, podemos encontrarlas, esencialmente, en las doctrinas de los estoicos y los gnósticos de la Antigüedad tardía : Aversión al placer sensual, restricción del acto sexual al matrimonio, la procreación y la exaltación de la continencia. A partir de estos principios los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V, es decir, Jerónimo, Gregorio Niseno, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona, entre otros, elaboraron una ética sexual que perduraría, en su esencia, durante siglos. Ética que los nuevos representantes del Cristianismo, tales como Alberto Magno o Tomás de Aquino, se encargarían de amplificar y difundir. La imagen del cuerpo como algo rechazable, porque era nido de la carnalidad y de los sentidos, que podían provocar el apetito y el desorden. La concepción de la lujuria como un pecado, una ofensa a Dios y al orden del Cristianismo, porque suponía un mal uso de los órganos sexuales. La adscripción del acto sexual al matrimonio y a la procreación. La castidad como el bien más preciado, modelo de vida del perfecto cristiano. Y la idea de la mujer como una creación fallida, un ser inferior moral e intelectualmente. Junto a esta moral clerical existieron otros sistemas morales disidentes. Así, podemos constatar una cultura de los sentidos que se enriqueció y fortaleció, a partir del siglo XIII, sobre todo por el redescubrimiento de las ciencias naturales y el nacimiento del espíritu laico y letrado. La risa, el canto, la danza, el placer sexual y la belleza corporal fueron algunos de los elementos de esta cultura mundana, que fue duramente recriminada por los componentes de la Iglesia, a través de prohibiciones y de castigos. Así, en el Iº Concilio de Lyón, en 1245, el Papa Inocencio IV califica de pecado mortal la fornicación entre personas solteras”
Como podemos observar el cuerpo se cercenó en una metáfora de impureza, se contaminó de ideología y con mayor sanción al cuerpo de la mujer, depositaria del poder de la gestación se le impuso el poder de controlarla para que no tuviese poder sobre las elecciones del goce. El goce estaba prohibido. No podemos negar el hecho que la esfera del Gobierno, que debería enfocarse en asuntos de orden público, se metió hasta la cama, en el orden personal y privado. Lo peligroso de todo esto  es que históricamente ha dejado mella en el colectivo trasladando estas ideas al orden moral de lo bueno del cuerpo como bien común.

Continuará...


Iss Crisxa

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Tejiendo las luces y sombras del mundo: la fotografía en simbiosis con las telas y el performance.

Entrevista a Lizette Abraham sobre cómo crear y recrear a través del lenguaje propio los entramados de la realidad. ...