¿Qué es el cuerpo?
Cuando hablamos de nuestro cuerpo
casi nunca pasa por nuestra cabeza que las expresiones del mismo vienen a ser
un tipo de respuesta, un manifiesto de un conjunto de valores o de una postura
política pero, si lo pensamos mejor entenderemos que, en efecto, el cuerpo es
nuestro estandarte más personal, territorio de luchas y batallas que se libran
con el mundo, hacia el mundo, para el mundo y desde el mundo. Desde que somos
unos niños y nuestra conciencia como personas no está formada aún del todo nos
vemos bombardeados de mensajes que significan -dan significado- a todo lo que
nos rodea. Derivado de ello aprendemos que tal o cual cosa es apropiada (o no)
para nuestro cuerpo.
Lo que sucede al respirar por
primera vez es el comienzo de la vida, el aire de este mundo inunda nuestros
pulmones, algo que ya está armado desde que nacimos, nos susurra. Al inhalar
por primera no sabemos ni tenemos conciencia de nuestro sexo, conocemos por
primera vez las sensaciones ciegas que nos rodean pero no pasa así con nuestro
cuerpo, puesto que somos algo más que sólo la expresión de nuestra conciencia,
somos más que lo que han depositado en conceptos médicos sobre nuestros
genitales, nuestros ojos, nuestro pelo. Hay algo indescifrable aún y que nos
une con un todo universal, algo que
tiene que ver con los primeros latidos en cada ser que nace y que habla de que
la vida comienza con el cuerpo. Tiempo después nos descubrimos, adivinando
acaso un poco más sobre él, sus limitaciones y alcances, un grito o llanto que
reclama el alimento, un balbuceo que produce una respuesta comunicativa…poco a
poco nos adueñamos de cada una de sus
expresiones. Reconocemos sus ecos, sus formas, sus tamaños, su utilidad,
su dolor, su placer y luego conocemos más. Conocemos ese campo semántico que
hay tras el cuerpo, no sabemos que lo sabemos pero cuando estamos a solas con
nuestra desnudez nos podemos dar cuenta de lo que hay en él, en sus
posibilidades, en las inseguridades que nos han sembrado, de sus dolencias y en
la vulnerabilidad que parece ser algo inefable, aunque también reconozcamos
humanamente sus proezas, sus victorias y su historia.
Poco a poco se puede ir
descubriendo que el mejor espejo es la piel, en él podemos vernos aunque, si el
espejo está empañado, es difícil percatarnos de la imagen que nos devuelve y
cuando otras personas vienen a dañar con sus ideas inflexibles lo que vemos
puede llegar a ser imposible mirar con nitidez. ¿Cómo puede empañarse el
espejo? Diciendo que eres un extraño en tu propia piel cuando te dicen que eres
alguien fuera del canon y que estás mal, entonces, eres o demasiado gordo o demasiado flaco, que
si chaparro o gigantón, negro, blanco, narizón o poca nariz, barrigón, feo, o
tienes los dientes chuecos y, nunca ¡nunca!
serás “suficiente”.
Hay una diferencia abismal entre
que te digan que eres algo y que realmente lo seas, mucha gente habla del
cuerpo de los demás porque según su percepción consideran que es lo adecuado,
como si fuera un asunto que le incumbiera o si fuera un tipo de responsabilidad
ir por el mundo corrigiendo a los demás. También otros más lo hacen por
ignorancia, que además, es casi seguro que esas ideas que pretenden imponer ni
siquiera son propias sino que son heredadas o influidas por su entorno y,
entonces, quieren que aceptemos, sin dar ocasión a la duda, sus opiniones sobre
su cuerpo y el cuerpo de los demás, aunque se olvidan de lo medular: que esas ideas no tenemos que
aceptarlas por obligación.
Cuando recién nacemos no sabemos
que pene y vagina son distintos, porque aún no sabemos que así se llaman ni
sabemos que eso puede limitarnos o que eso debe de diferenciarnos al grado de
parecer que vivimos en una guerra a causa de ello, todo eso lo aprendemos. El
mundo reposa sobre nuestra piel y nada más, somos antes de existir propiamente
como mentes, cuerpos sensibles en reposo, nuestra vida comienza reposándose en
cada órgano y cada sentido para luego pasar a la acción y a la vida, ahora sí,
desde un marco de referencia cultural. El cuerpo precede a los conceptos. La
verdadera esencia de florecer en la sexualidad consiste en declarar el cuerpo
como patrimonio propio, en gobernarse a través de la libertad y el
conocimiento. En reconocer que antes de que nos dijeran que teníamos que ser,
ya éramos, sin etiquetas, seres que sienten sin filtros.
El cuerpo es un actor político en
la medida en que se auto determina pero aún más, se dirige, se administra y se
controla para dar respuesta a los asuntos que le afectan así mismo, a la
sociedad o a lo que de alguna manera se involucra con él.
¿En qué momento un cuerpo se
vuelve político? en el momento que es objeto de gobierno, en el momento en que
se toman decisiones derivadas de plantear una manera específica de ver el mundo,
en el momento que puede más un cúmulo de leyes promulgadas por una esfera del
poder que las del propio poseedor del cuerpo. Ejemplos concreto se dan en el
momento en que promulgan políticas de que la población tenga un solo hijo, esto
ocurrido en China a partir de 1979 y, aunque actualmente ha cambiado el
panorama a dos hijos no deja de evidenciarse el poder político sobre las
decisiones de los individuos con sus cuerpos. La sanción del aborto por
cualquier causal en lugares como la Ciudad del Vaticano, El Salvador, Malta,
Nicaragua, Honduras y República Dominicana nos deja en evidencia que el cuerpo
es asunto de Estado. En ese momento es cuando el cuerpo adquiere la dimensión
política dado que las esferas de poder –ajena a sí misma- ha decidido sobre su existencia,
sus posibilidades o limitaciones. Lo mismo pasa en temas de reproducción
asistida, eutanasia, matrimonio e inclusive si trasladamos éste análisis a la
edad media podemos encontrar el ejemplo de la fertilidad vinculada con el poder
y la religión, el hecho de que se veía el sexo como una actividad impura
derivaba en que para el acto sexual oficial se dictaminara una serie de
requerimientos para no ensuciar la finalidad última del sexo que era procrear.
Claro todo esto con una cuota social y moral de mayor envergadura para las
mujeres. Menciona Pilar Cabanes Jiménez (2003) en su ensayo sobre “La sexualidad
en la Europa medieval cristiana” una explicación para enmarcar la situación:
“Advertimos que existía una moral
clerical que afirmaba la renuncia a la carnalidad, como símbolo del pecado, y
la aspiración a la castidad, como emblema de la virtud. Las raíces de esta
vinculación de la carnalidad con el pecado, el vicio, la suciedad, podemos
encontrarlas, esencialmente, en las doctrinas de los estoicos y los gnósticos
de la Antigüedad tardía : Aversión al placer sensual, restricción del acto
sexual al matrimonio, la procreación y la exaltación de la continencia. A
partir de estos principios los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V, es
decir, Jerónimo, Gregorio Niseno, Juan Crisóstomo y Agustín de Hipona, entre
otros, elaboraron una ética sexual que perduraría, en su esencia, durante
siglos. Ética que los nuevos representantes del Cristianismo, tales como
Alberto Magno o Tomás de Aquino, se encargarían de amplificar y difundir. La
imagen del cuerpo como algo rechazable, porque era nido de la carnalidad y de
los sentidos, que podían provocar el apetito y el desorden. La concepción de la
lujuria como un pecado, una ofensa a Dios y al orden del Cristianismo, porque
suponía un mal uso de los órganos sexuales. La adscripción del acto sexual al
matrimonio y a la procreación. La castidad como el bien más preciado, modelo de
vida del perfecto cristiano. Y la idea de la mujer como una creación fallida,
un ser inferior moral e intelectualmente. Junto a esta moral clerical
existieron otros sistemas morales disidentes. Así, podemos constatar una
cultura de los sentidos que se enriqueció y fortaleció, a partir del siglo
XIII, sobre todo por el redescubrimiento de las ciencias naturales y el
nacimiento del espíritu laico y letrado. La risa, el canto, la danza, el placer
sexual y la belleza corporal fueron algunos de los elementos de esta cultura
mundana, que fue duramente recriminada por los componentes de la Iglesia, a
través de prohibiciones y de castigos. Así, en el Iº Concilio de Lyón, en 1245,
el Papa Inocencio IV califica de pecado mortal la fornicación entre personas
solteras”
Como podemos observar el cuerpo
se cercenó en una metáfora de impureza, se contaminó de ideología y con mayor sanción
al cuerpo de la mujer, depositaria del poder de la gestación se le impuso el
poder de controlarla para que no tuviese poder sobre las elecciones del goce.
El goce estaba prohibido. No podemos negar el hecho que la esfera del Gobierno,
que debería enfocarse en asuntos de orden público, se metió hasta la cama, en
el orden personal y privado. Lo peligroso de todo esto es que históricamente ha dejado mella en el
colectivo trasladando estas ideas al orden moral de lo bueno del cuerpo como
bien común.
Continuará...
Iss Crisxa